2/3/08

Lo que hay: Emilio Antilef, ícono Kitsch

El pasado no lo condena







El niño superdotado de las tardes ochenteras, modelo para padres y encanto de abuelitas, ya no es el mismo. Por fuera se ve casi igual y la gente lo reconoce sin sospechar que el ex niño genio ahora se mueve lejos de los estandartes patrios, /////fiestas alternativas, la pedagogía, y el mundo “kitsch”.
Por Sole Vargas (Perfil para Taller III)



Perdido en el corazón de La Pintana, de noche y muy lejos de los focos de televisión, Emilio parecía otra presa fácil para la delincuencia: en medio de la nada dos asaltantes lo abordaron para quitarle todo. Al hurgar entre los documentos, uno de los ladrones tomó su cédula de identidad, leyó el nombre y sorprendido, le dijo a su cómplice: “Oye, mira, yo a él lo he visto, es el niño genio de la TV…Mi papá lo conoce, por Sábados Gigantes”. Acto seguido, le preguntarton dónde se había metido, conversaron un poco y lo dejaron ir, asegurándose de que regresara sano y salvo, al interior de un colectivo.


Hace un año, la fama que tuvo hace 25 lo salvó////Quienes no olvidaron sus frases pomposas lo imaginan doctorándose en Harvard, los que lo detestaron creen que está en un rincón llorando de nostalgia por sus años de gloria junto a Don Francisco. Lo cierto es que la vida actual de Emilio no se centra en ninguno de esos dos extremos y, como simple mortal que nada tiene ya de súper, se lo toma con mucha calma y humor. Actualmente tiene 35 años, aún vive con sus padres y no le molesta que lo más recordado de él, para bien o para mal, según dice, sea el tono que usaba al recitar y la cuidada dicción, enfatizando las “erres” y “p”. El juraba que se lucía y no se arrepiente: “Esas cosas medias circenses tienen la dignidad de haber sido hechas con mucho empeño”, -recuerda.
Se hizo conocido por su lenguaje de adulto y el tono solemne que empleaba al recitar, que lo catapultaron al estatus de niño símbolo de perfección en plena década de los ochenta. Patricio “Hado” Sánchez, productor de las fiestas “Kitsch” y actual amigo, lo recuerda. “Todos odiábamos al cabro chico que salía en la tele y leía poemas con voz de pito… Nuestras mamás nos comparaban, no decían ‘mira que inteligente’ porque tenía la imagen de superdotado… muy ñoño y casi fome”.

Cabro chico agrandado
A los siete años, ya se definía como escritor. Comenzó a inventar rimas, inspirado por los versos que Beto le leía a Enrique en Plaza Sésamo y llegó a la televisión por casualidad, descubierto por Gina Zwanic, rostro de la época, que lo vio recitando en uno de los pasillos del Canal 13. Más avispado que el resto, pero no superdotado, aprendió a leer a los 4 años, jugando con los materiales de su papá sicopedagogo. Se esforzaba por hablar bien, le gustaba leer mucho y dominar varios términos. “Eso, para la gente era muestra de máxima genialidad”,- dice- “pero nunca fui el mateo del curso”. El temprano hábito de lectura lo llevó a ser parte del “Brotherly Colllege”, proyecto educacional aventurero e incomprendido que planteaba que los niños superdotados no nacen, se hacen. Estuvo un año estudiando ahí, pero el colegio cerró por las suspicacias que despertaron los niños de nueve años que saltaban cursos y salían a esa edad de cuarto medio.
Emilio se convirtió en alumno normal de colegio normal, que si a los 8 años era agrandado, a los 13 ya quería ser todo un hombre. “Quizás por el mismo proceso que uno vive, en algún momento como que me harté de ser la estrellita infantil”, -señala, explicando el rechazo a la invitación que le hicieron para ser parte del programa Cachureos.








Su última aparición como niño genio fue de jurado en el programa “Cuánto vale el show” en 1983.
“A los 14 me pegué la cachá de que por qué tenía que estar hablando siempre tan bien”, -dice el ex niño genio que leyendo a Nicanor Parra se atrevió a decir garabatos. Se rebeló y comenzó a hacer la cimarra en cines de barrio a los que no llegaba la censura. “Yo quería ser John Travolta, estaba enamorado de la Olivia Newton John”, - recuerda. Casi repitió tercero medio por eso.

Entre varios mundos
Mientras aparecía en televisión, sus poesías dedicadas a la patria lo acercaron al gobierno militar. Gracias a su proximidad con muchas autoridades, pudo sacar al héroe que llevaba dentro para ayudar a todo el que se lo pidiera. Regalaba muchos de los juguetes que le daban y consiguió becas “Presidente de la República” para jóvenes mapuches. Él recibió ayuda también y por eso, cuando en educación media decidió militar en el Partido Comunista, Lucía Pinochet le dio a entender que estaba mordiendo la mano que le daba de comer. Aparte de eso, no recibió mayores desaires por parte de ese sector y, tiempo después, rechazó tener mayor participación en el PC y se retiró. No quería que nadie utilizara su imagen para nada en particular.
Haber conocido a tanta gente gracias a su popularidad infantil no le trajo beneficios económicos (nunca le pagaron nada por aparecer en televisión) pero logró contactarse con mucha gente. Alguien que no recuerda, lo recomendó para una beca en Canadá, para aprender inglés durante seis meses. Se fue con la idea de traer un título de Sociología bajo el brazo, pero volvió después de seis años, sin nada más que experiencias de vida.
Su madre, en parte, apoyó la idea de su partida. “Como padres pensábamos que era muy bueno que dominara el ingles y que seis meses le iban a hacer muy bien, pero no seis años…No volvió con un título en la mano, pero todo lo que se viva sirve de experiencia, y el viaje de Emilio fue el mejor libro que pudo leer, con fracasos y éxitos. La vida siguió, y nunca se sintió frustrado”. Pero el regreso tampoco fue fácil.
“Cuando volví a Chile pasé por una depresión, pero no tanto por la cosa televisiva. Fue por el hecho de volver con las maletas vacías”. Además se desencantó con lo que encontró. “La idea o el mito de la llegada de la democracia y la reconciliación lo vas alimentando mientras más lejos estás. Volver y darme cuenta de que no había nada de eso igual me afectó”.
En esa época estudió tres años de periodismo y completó una pedagogía en inglés. Participó en los talleres de la Zona de Contacto pero nunca le publicaron un cuento. Estando cesante cantó en las micros, sin importarle que más de algún pasajero lo mirara extrañado y le dijera: “Oye, pero… ¿y qué te pasó?”. Reunía diez lucas diarias pero lo dejó y terminó formando una banda de rock, conocida en algunos pubs de Peñalolén llamada “Caifás” donde toca flauta y canta. “Tiene su veta artística el Chico…” cuenta Marcela Silva, una de sus mejores amigas. “Y lo hace bastante bien, -continúa-, “transmite mucha energía en el escenario”.
“Emilio goza con la diversidad, él da pa todo un poco, para jugar partidos de fútbol con los niños en el colegio, para la radio, para cantar. La diversidad lo define… con esa capacidad que tiene para dar un poco de sí en cualquier ámbito”, dice Marcela. Porque desde hace un par de años, Emilio es parte activa de las fiestas kitsch y del programa de radio relacionado con éste concepto que se ha convertido en una marca.



El regreso
El kitsch tiene relación con lo grotesco y lo exacerbado. “Yo era el niñito que hacía cosas extrañas, escribía poesía y las recitaba con mucho entusiasmo y de manera pomposa. Eso tiene mucho de kitsch”, dice Emilio, reconociendo su lado caricaturesco. Aunque, más que un ícono kitsch, Emilio es un compendio viviente de una cultura pop de la cual fue testigo privilegiado. Así llegó como panelista al programa “Radio Kitsch”, junto a Patricio Sánchez, para hablar de los hitos del pasado, lo ochentero y sobrecargado. Todos esos placeres culpables que lo llevaron a la conducción de la versión renovada del mismo programa, ahora llamado “Kitsch AM”, el matinal cebolla de los sábados, en la radio “Cariño”.
“La gente se impresiona al verlo en las fiestas que hacemos, porque tiene la misma cara de cuando era chico. No nos creen que Emilio Antilef sea un chico under que va a la Blondie. Se impresionan al volver a verlo como la persona que es ahora” dice Pato, con quién tiene varios proyectos en mente.
Su madre lo ve como una persona que está feliz con todo lo que hace. “De chico jugaba a ser locutor, así es que ahora él está en su salsa, -dice.“Y la docencia también la lleva en la sangre, siempre anda contento”.
Atento, entretenido, buen amigo, bueno para la conversa y el intercambio de historias. Así lo describen sus amigos cercanos. “Respetuoso, caritativo, pero desordenado”, agrega su mamá. “Toma las cosas como vienen, si le pasa algo lo asume y no le da más vueltas”.
No le molesta que lo reconozcan ni tallas como “de súper dotado a súper botado” que le lanzan sus mismos cercanos. En ningún momento se pone a la defensiva ni tiene traumas. Ser conocido no le trae problemas, y no serlo, tampoco, según refleja su manera de hablar al recordar el asunto: “Lo grato es que no haya pasado tan inadvertido, como alguna vez lo pensé, porque algunos creen que lo hacen cuando niños no importa, pero lo mío ha tenido consecuencias”.
No pretende dedicarse a la música, pero le gustaría sacar a la luz alguna de las cosas que hace con Caifás. También le gustaría terminar periodismo y publicar un libro de poesías que tiene listo hace tiempo pero que falta editar. “Falta constancia”, -dice, pero se ve que hay ganas. Y de a poco, quienes se pregunten que fue de Emilio Antilef, irán encontrando las respuestas.
.

No hay comentarios:

¿Quién soy?

Mi foto
Santiago, Chile
Periodista, a poco de titularme de abogada, dibujante innata y diseñadora de cachivaches varios por hobbie. Traté de ganarme la vida como periodista pero descubrí que es más sano estar al otro lado de la grabadora, escribiendo de lo que se me de la gana.